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La Marea

La inscripción lapidaria, aquel epitafio promesa envejece en las grietas de mis piedras: “El poema eres tú” fue acaso mi última certeza.  Se...

Réquiem

No estás...
Quizá no exististe jamás.
Debo haberte inventado 
Buscándole orilla al mar;
Tú, mi Dios Creado,
Debo haberte delirado
Cansada de callar;
Acaso alucinado 
Estrellas muertas
Que ya nunca brillarán.

Hoy sólo quiero llorar...
Todo en ti fue naufragio 
Y sedienta de tus aguas
Encontraba pura sal.

Debo creer que no eres real,
Único, ideal, suficiente, inmortal;
Tal vez síntoma de una penosa enfermedad:
Vívida esquizofrenia que me dio felicidad,
Imposible en tu silencio más letal.

No estás
Aunque quise defenderte en cada guerra 
Cuando yo ni tuve paz.
No estás
A pesar de mi lealtad en libertad
Abandonando riquezas por migajas de pan.

Debo cerrar el templo de versos para adorarte,
Renunciar a los besos que jamás podré darte;
Deseos a rabiar insaciables
Sin tu cuerpo palpable.

No queda nada para perpetuarte:
Hoy sólo quiero llorarte,
Ponerme mi mejor traje,
Asistir  a tu entierro;
Ver el rostro de tu cadáver,
Cuidar tu cuerpo de los cuervos
Hasta que caiga la tarde
Del primer día de la vida 
Que me tome olvidarte...
Atar mis manos que te escriben como a nadie
Y nunca, nunca más resucitarte.