Destacado

La Marea

La inscripción lapidaria, aquel epitafio promesa envejece en las grietas de mis piedras: “El poema eres tú” fue acaso mi última certeza.  Se...

Qué pena

Hoy en día duele encontrar un poema
Y saber que no lo mereces
Ni vales al arte y la pena;
Poder dedicarte noches
Y que tú no aparezcas...
Cantarte, sordo;
Escribirte, ciego;
Gritarte, mudo;
Tocarte, muerto:
Impedirme decir te quiero.
Hoy en día me diluyo en tu silencio
Y ya ni te espero,
Pero qué pena:
Otro poema sin dueño.



Inconclusa

¿Qué hice yo para ausentarte?
Darte un lugar en mi noche,
Besar tu paso al regresarte,
Escribirte todas mis voces
Y esperar aunque te marches.

¿Cómo no ves que se hace tarde?
Que llama sin aire ya no arde
Y tengo sed aunque me calmes.
Con tanto camino por delante,
¿Por qué tenías que buscarme?

Ya mi sofá no me hacía preguntas
No había advertido ni tu presencia,
Me daba igual el sol o la luna,
Ya no importaba tanta carencia:
Yo no soñaba con ser tuya
Y hoy me reescribes toda inconclusa.



¿Qué sabes?

Crees haberme leído y no te he escrito...
¿Qué sabes de la música si me callas
y del dolor si no te he mordido?
¿Qué sabes tú de esta tensa calma
Si a pesar del sexo no entras al alma?
¿Qué sabes tú de poemas ni de tocar con la mirada?
¿Qué sabes tú del amor si no me has visto enamorada?
¡Qué sabes tú de nada!


Al calor de tu voz

Hoy le escribo a tu voz,
Aunque tus ojos no vean,
Mientras te oigo hasta la mirada;
Tu voz que es la música de mi alma,
Tu voz que no sabe de rencores,
Tan suave como temblores
De luz opaca de las distancias.
Tu voz con los suspiros que abrigan la nostalgia
Y todos sus gemidos con la piel en llamas.
Sueño que tu voz me canta;
Hoy mis versos te reclaman.
Besa mi música tuya,
¡Canta, canta!
Déjame entrar en tu musa
Y declámala.

Francisco Céspedes 

A contratiempo




Tus ojos me sonríen, se me clavan y me asustan,
Me hacen preguntas que no puedo contestar.
Tu prisa me tropieza, me presiona y me juzga,
Me instiga a que te alumbre cuando soy oscuridad.

Con las mismas manos con que me has acariciado

Me has señalado de no querer vivir;
Con las mías yo aplaudo el trayecto de mis pasos
Y el poder sobrevivir.
Más yo no te vengo a hablar de mí;
Lo que has visto te ha apagado
Y no sé qué te hace insitir.

Hoy me has forzado a besarte

Cuando apenas te empezaba a sentir.
Y no hay idioma al explicarte 
Que no soy así,
Que la inmediatez no es un arte y la poesía, sí.
Y somos tan distintos 
Que mis sentimientos son prejuicios para ti,
Que estando en el mismo sitio:
Del recuerdo de esta noche,
Tú guardarás el reproche de mi partida injusta
Sin apreciar que tus ojos me sonríen, se me clavan y me asustan.

Tras el paso de las lunas
Buscarás otras piernas
Mientras escribo poemas.
Qué pena. 

El curso de las cosas

La vulgaridad de pasar del gesto al castigo,
Tan vil como pretender limpiar con dinero,
Como decir que ya no te quiero
habiendo soñado anoche contigo.

Mutar del cuidado a la obligación 
Y de cantor a callado,
De la prioridad a la carga,
Del beso tibio en la mañana
A la mueca irritada del día;
De la vida a lo que mata
En resentida agonía.

Del placer al enojo,
De la urgencia al hastío:
De haber sido mi héroe
Y mirar de reojo
en lo que te has convertido.



Peligro

Debo tener cuidado.
Si me escondo en tus páginas,
Puede que nunca más me encuentren.

Debo mirar a otro lado.
Si me quedo en tus ojos,
No volveré a cruzar el puente.

Mejor quédate callado,
Ausente, en otro sitio,
Como si no me has hablado
Ni me has escrito,
Ni te he soñado,
Ni me has poseído.
Sin reproches, sin agravios;
Ni santo ni maligno.
Vete antes del presagio;
Somos veneno y antídoto...
Y somos demasiado.


Versos sueltos

Tienes mi corazón en pausa y retroceso
En medio del adiós y del reencuentro.
Mis paisajes son posibles y tú, ciego;
Parajes de piel inflamable y tú, fuego.
Transeúntes al acecho y tú, lejos.

Prófugos, prójimos y sonidos estridentes
Sometidos al eco de tu voz en mi mente.
Mientras seas más esquivo, más te olvido
Sin importar razones del ausente;
Que seas sublime es sólo un accidente.
No rastrearé tus pasos si no en mi camino,
No me esfuerzo en detenerte
Pero siempre bienvenido.

Tienes mi corazón en pausa y retroceso,

Suspirando y escribiendo sinsentidos.
En puerta menos entreabierta, te espero
En medio del adiós y del reencuentro;
De mi mano abierta caen versos sueltos
Asiándome tuya aunque no esté contigo.





Tu llegada

Tu llegada encanta el bosque ante mi puerta,
Tu palabra desaparece las bestias al acecho,
Acortas el trayecto entre el sótano y el cielo
Y tus virtudes enaltecen la belleza del poema.

Por ti, esperar vale la pena.
Indigna de que me llames princesa,
Rebelde y consumada atea,
Bendigo el castillo que me creas.

¿Cómo te cuido el corazón de mi pena?
Sentirte con la mente aunque mi cuerpo no pueda,
Volver a ser tuya aunque nunca me tengas,
Bastarte con el consuelo de nuestra brecha:
Saber que existes y que me piensas.

Perdóname si te rompo el corazón;
Yo encederé una vela en tu ausencia.
Pospongamos la cordura y la razón
O desprecia mi exceso y mi carencia,
Pero debo recibirte con un poema.
Bienvenido, amante mío en las letras,
Tu llegada me eleva enhorabuena.

Vestigios

Se acaba el barro de esculpirte,
La voz para cantarte,
La paz de no mentirte
Y los motivos para evocarte.
Se apaga la llama con que te pienso,
Ya no te insisto ni rasgo tu lienzo.
Se acaba la musa para escribirte,
La piel donde tallarte,
La suma de nuestras partes,
Las ganas de saber si me leíste:
¡Se nos está muriendo el arte!
Y tus vestigios insisten
Pero no, no voy a salvarte.