Destacado

La Marea

La inscripción lapidaria, aquel epitafio promesa envejece en las grietas de mis piedras: “El poema eres tú” fue acaso mi última certeza.  Se...

Como un niño

Louis y Dylan: primer abrazo 22/3/2015

Eres el pasado  que ganó un lugar en mi presente;
prueba de perdón y olvido sin que acabe el cariño.
Te quiero con un amor que ya no duele,
mas hoy cuando te vas te lloro como un niño...

Con la risa más segura que he reído,
me diste música y ya todo está dicho.
¿Cómo se escriben tantos años y en qué libro?
Mi llanto en tu abrazo aquel día que maldigo,
mi mano en tus manos recorriendo caminos,
jugando en el patio mi hijo y tu hijo...

Después del amor yo nunca hice amigos
y fuimos territorio libre y protegido.
Mañana diré locuras que nadie habrá entendido;
reiré sola brevemente sabiendo que te has ido.
Te perderé poco a poco y sin testigos...

Dime ahora cómo te despido
si te llevas pedacitos de mí contigo,
si mi soledad se queda sin tu abrigo,
¡si no volveremos a ser los mismos!
y aunque te espere un mejor destino, 
te lloro, te lloro como un niño.




Concreto


Anoche me di permiso
para quererte como te quiero.
Y lo siento porque es preciso
si te conozco y reconozco
cual música en mis oídos
cuando breve y directo
me dices "te quiero en serio"
y me amenazas sin quererlo;
que no me atreva a perder el tiempo.

De pronto los incrédulos 
confiamos en secreto;
sin escribir promesas,
lo pronunciado nos hace ciertos.
Libres en un mundo y mar abierto,
escogemos nuestro espacio más estrecho:
El espacio donde te espero
y te encuentro,
donde me guardo y me entrego 
a ti, amor, porque también te quiero en serio 
aunque no hayas pisado mi suelo.

Cuánto se ha escrito justificando un sentimiento 
y hoy, limitada de tiempo y verbo,
te quiero sólo porque evitarlo no puedo,
y aun mejor, te respeto...
Te quiero, amor, a ratos 
con el pensamiento,
a risas y nostalgias,
verdades y deseos 
y todo esto que no alcanzan a decir mis versos.

Te quiero 
Te quiero 
Te quiero
Lo sabes como yo te creo
Te quiero
Te quiero
Te quiero
Y el próximo te quiero
te lo debo dar en la punta de un beso,
en el estruendo de mi abrazo,
el sobresalto de mi pecho,
en el encuentro de mis manos con tu pelo,
en esta piel que sólo tu mirada prende en fuego...
En todo esto que yo soy cuando te tengo,
en todo aquello que te doy y que seremos 
cuando podamos besarnos
y esté de más aclararnos
que nos queremos en serio.

El último poema













Crujen gemidos vencidos en las entrañas ciegas
Crujen sin testigos las grietas de la tierra
Una a una se quiebran las ramas secas
Huyen despavoridos los lobos y las hienas
Aullido agudo y niebla siniestra 
Anuncian la hora del sacrificio en la aldea
Cierran las puertas a la roja luna llena
Solo los cuervos acechan

‎Arde tu luz desafiando tinieblas 
Los manuscritos se incendian
Se calcinan las criaturas bajo tus huellas
Se baten a muerte el amor y la soberbia

Clavada la daga entre ceja y ceja
Te derramas por mis venas abiertas 
Se han ahogado ensangrentadas las letras...
Es la hora que no anuncian las campanas de la iglesia:
Es la hora de matarte en el último poema

He de enterrarte
Nadie te reza

Habla, alma en pena,
¿Cómo te pudro bajo las piedras?
Di, mala hierba,
¿Cuántas vidas te quedan?



Acecho en piano

Fito Páez 

Su piano arrulla, cobija y acecha
con dulzura insoportable 
que aviva y entierra.
Entre látigo y certeza,
sus notas tocan
la espera de una fecha.
Una tras otra
cuales gotas de lluvia en la boca
van del llanto a perfumar las rosas
y viceversa.

Estoy de vuelta sin dejar rastros
hasta el breve espacio de oírle tocando.
Su piano es el drama 
de besarle sin sus labios
y tocarle sin mis manos;
la verdad incuestionable 
de que sólo a él le canto.

Soy la tragedia irremediable 
de no poder escribir su sonido
y no tener testigos de cuánto le extraño...
Soy la conciencia de ser más pequeño
que el universo que le guardo,
oír a diario su risa presente
y el temor de serlo todo
y no ser suficiente.

Soy la insistencia de saberme
siempre de sus manos
al acecho de ese piano;
su piano de versos y disparos,
labio a labio,
panteón... y campanario.