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La Marea

La inscripción lapidaria, aquel epitafio promesa envejece en las grietas de mis piedras: “El poema eres tú” fue acaso mi última certeza.  Se...

Era de noche


Era de noche y se quedó dormido
sin saber dónde estaba el poema.
Tenía un faro de luna llena encendido  
despertando a quien había escrito
el territorio entre el amor y la pena.

Era una noche de párpados pesados,
de incertidumbre y certeza
con los brazos amarrados
a los recuerdos que besan.

Noche de náufragos y parejas
o de pájaros y hienas,
de esas que se olvidan 
mientras otras se aferran
a sonrisas pasajeras 
o se resignan a confesiones honestas. 
Noche de encender la hoguera, 
de exorcizar la tristeza 
o hacer un pacto con ella.

Era una noche de ecos lejanos,
de tambores paganos 
y de música celta,
según la sangre lo sienta;
de perros callejeros y bohemios fumando,
de ritos profanos fuera de la puerta‎,
o de lazos sagrados cortados con tijeras.

Llena de tu musa nocturna,
del verbo de tu lengua,
dibujé pájaros de barro
y solté cadenas perpetuas.

Era una noche para quedarse en vela,
y escribir tus huellas de retorno hasta que vuelvas,
para que después de tanto soñarte,
al fin me encuentres despierta.

Qué noche tan larga, tan tuya y eterna...



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