Del diario de una nueva vida sólo quedaron hojas blancas, vacías como mi vientre; sólo un paso hubo entre la vida y la muerte.
En la hierba fría, un árbol sin frutos se aferra a una tierra que no le pertenece.
Con raíces sedientas cobija con su sombra, sin embargo, a los sobrevivientes.
Nada parece haber cambiado;
Es vulnerable a la mismas fuentes de tristeza,
Indefenso ante canciones propias y ajenas,
Impotente ante nuevos silencios;
Le habita el dolor lleno de ausencias.
Quizás nos rompieron muy temprano,
Quizá cerramos heridas con hilos delgados,
O acaso el día gris nubla los ojos delirando
Y vemos cementerios en jardines del campo.
Y es que han pasado tres otoños y mis hojas no cambiaron,
Después de tres inviernos,
Las aves volvieron al árbol
Y mi viaje se hizo naufragio;
Primavera sin sol,
Mar sin verano...
Perpetuo es el rumor de la muerte de mi padre
Aguardando su descanso.
“Te mando señales de humo como fiel apache,
Pero no comprendes el truco y se pierde en el aire”.
Yo cavo otra tumba en el panteón de mi pecho
Y riego sus flores con llanto.
Quién pudiera cerrar sus ojos,
Tomar su mano,
Arrullarlo hasta dormirse y jamás despertarlo...
Cantarle con amor la última canción hermosa de mis labios.