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La Marea

La inscripción lapidaria, aquel epitafio promesa envejece en las grietas de mis piedras: “El poema eres tú” fue acaso mi última certeza.  Se...

¿Qué hubiera escrito Rubén Blades?

En un hospital público, tras esperar por horas para ingresar a un quirófano a papá, la emergencia de Anderson, de 20 años, golpeado y sangrando profusamente por una puñalada bajo el cuello, interrumpe el orden de los pacientes que aguardaban su turno en ayuna y de pie porque está prohibido sentarse. Nadie parece impactarse por la sangre que llega al piso desde un cartón indigno y comienza la discusión:

-Siempre un malandro viene a quitarle el puesto a la gente buena que lleva horas aquí enferma. 

-Quién sabe a quién mató o a quién robó, pero él es más importante. 

-¿Más importante que mi hijo, que apenas es un niño? 

-¿O que un viejito pasando dolor y hambre?

-No es más importante sino más urgente. El deber de los doctores es salvar la vida, no ver lo que hizo con ella antes. 

-¡Pues muy mal hecho! Podría morir alguien bueno por salvar a un matón y además cuando salga seguirá matando gente. No me parece.

Todos corren buscando más y más sangre. Se sabe que llevan dos transfusiones, que la herida es profunda y que ya les exigen en el banco 15 donantes.

Una y otra vez: ¡Anderson Rodríguez! Pidiendo insumos y demás a los familiares. De pronto se oye más sombríamente: Anderson Rodríguez,  pase un familiar. 

Mientras entra una señora, le tomo la mano en señal de apoyo a la muchacha angustiada que esperaba lo peor, hasta que de pronto me desarmó diciendo: es mi hermano. ¡Boom! En un segundo, recuerdo como un flashback que cuando mataron al mío, yo me enteré casi dos días después sentada en el mueble verde de mi casa y que nadie lo llevó a un hospital sino a la morgue.  Esto era en vivo y directo. Me quedé helada con un nudo en la garganta, sabiendo que yo no iba poder consolar a esa muchacha si recibía la noticia conmigo; esa muchacha que fui yo hace doce años. 

Al salir la señora, le explica que a Anderson se le detuvo el corazón y lo reanimaron; que los médicos están haciendo todo lo posible pero hay que estar preparados. La chica se fue corriendo por las escaleras.   

Llega una comisión del CICPC y trascendió que la puñalada se la dió el padre de su novia, porque prohíbe la relación y ya lo había intentado una vez apenas cortándole el abdomen.

Tengo a pesar del espanto a flor de piel en esos segundos tan largos, los sentidos bien abiertos para advertir este cuadro:
La madre reza de rodillas en un rincón, el primo asegura que esto no se va a quedar así y que mandará a matar al tipo y a su familia si es preciso porque él no está solo. Una enfermera se atreve a decirle que lo haga antes de que una tercera vez sí lo mate, pero que vaya sólo contra el tipo porque la familia no tiene la culpa. En voz baja continua la discusión sobre qué vida es más importante y en voz alta los doctores amenazan con retirarse del hospital si se les pretende obligar a atender un caso de difteria. Todo un repertorio de ética comparada, digno de estudio o de al menos tres lecturas para apreciarlo sin la premura simultánea y la espera de ver abrirse la puerta esperando el anuncio.  

Me pregunto qué hubiera escrito Rubén Blades si hubiera hecho la canción Amor y Control hoy... luchando contra tanto "cáncer que no se puede curar".

Nos enviaron a casa por falta de quirófano hasta mañana a las 12:45 pm. A esa hora, Anderson permanecía estable.



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