Mi niño calladito, pequeño... Uno cree que no percibe, que no sabe nada, que no advierte. Mi niño me descubre de frente, me atrapa descuidada, me descifra la mirada y rompe el silencio con voz leve: "¿Qué pasa? Háblame, mamá. Sonríe". Oh, apenas un instante, al pesar más breve, mi hijo reconoce una sombra en mis ojos y me advierte, me exige la verdad siempre, me reclama que vuelva a ser su madre: Sonríe. No es una orden; es un conjuro. Mi hijo es la vida que vence al luto. Mi niño no está ciego ni está mudo. Mi hijo sabe todo, menos el poder que tiene sobre mí.
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