Un verso que apele a tus sentidos, sugestivo, que degustes con la lengua; tu audaz lengua que me besa y me nombra sin motivos... Un verso al eco de tu voz distante; el mejor de los sonidos que me sigue a todas partes, cual estruendo del tren donde llegas a buscarme más temprano que tarde... Un verso que te palpe, amor, que sepa abrazarte, que te muerda, que te sangre, que te sane y que te marque; en ese mismo orden y en el mismo instante...
Un verso puro que te fumes y perfume con su humo tus domingos en la tarde. Un verso con olor a vino y a libertades; un verso que vuele y huela a lo que huele el respiro de los buenos aires... Un verso auto sustentable, un verso completo de ideas y de carne, de intelecto y sentimiento; de tu ciencia y mis humanidades...
Un verso sin memoria y sin culpables, que brinde a tu salud y no se canse de esperarte; un verso de complicidad y lealtades, un verso que te pague con la misma mirada en la que me atrapaste... Un verso que te cante todo el calor que me sembraste y te calle la paz que me quitaste: Un verso, amor, es lo único que puedo darte hasta que vengas a colmarte y a saciarme; a bastarme y sobrarme antes de que vuelvas a marcharte.
A esa poesía inaccessible, impenetrable indirecta, indescifrable, de eruditos intocables con diccionarios delirantes que ocultan historias y presumen imágenes, que decoran la jaula del animal salvaje, que desprecia el arrebato de las putas en los bares por pulcras estatuas de galerías de arte; a esa poesía elitista de guantes de seda que no sabe masturbarse... a esa poesía que tantos aplauden: que le teme a la exposición y a ser vulnerable, ¡yo le llamo engreída, frígida y cobarde!
Déjalo ahí tirado sin mirar atrás en la basura donde debe estar; una lágrima más, qué mas da. Aunque te vayas o te quedes, poco a poco lo arrastrará el mar. Déjalo ahí ahogado en la verdad; después de todo, es tu mejor forma de matar. Aunque hables o te calles, sólo queda la ebriedad de cuanto sabes pudo ser y no será. Más te debo alertar: Cuando lo dejes ahí tirado sin mirar atrás, en la basura donde debe estar, con una lágrima más, arrastrado por el mar, ahogado en la verdad con que te encanta matar, y cuando sólo quede la ebriedad de cuanto sabes pudo ser y no será, asegúrate de no quererme más; muy a tu pesar ya nunca me tendrás, te pudrirás en las cenizas que ya no te quemarán. Pensándolo mejor, hazme ese favor: suelta mi amor y déjalo ahí tirado no más.
Sal de ese desierto, Ven al mar conmigo. Nada en mis aguas, Deja que mi amor te moje las ganas Y te corra por la espalda. Deja ese desierto, Que mi sal sea tu única sed: Bebed de mi playa, Mar adentro. Deja que mi sol caliente tu mirada, Déjame ser el fuego en el agua
Hoy tengo tiempo para recibirte con besos y bañarme contigo; Hacerte parte de mi cotidianidad sin dejar de maravillarme en tu abrigo, Ni de advertir lo extraordinario en tus almohadas y nuestro vino. Claramente lo imagino: En las noticias con sólo mirarnos nos reiríamos de los mitos y la excusa del destino, reservando la boca para el descanso del silencio compartido y uno que otro mordisco... Honrar aquello de ser amantes sin dejar de ser individuos. Tengo tanto tiempo que hasta podríamos darnos el lujo de aburrirnos. Tengo tiempo para contar los días de nuestro recorrido y decirte "ven, ya es hora de que estés conmigo". Hoy tengo todo el tiempo del mundo y te quiero a ti para vivirlo.
Mira si estoy perturbado Que tu amor me ha condenado A la nostalgia y la adicción. En vez de sentirme liberado, Tu mejor verso es mi maldición.
Los lugares comunes románticos Se funden cual tormento de Allan Poe. La noche se llena de sombras y látigos Y con llagas en las manos de náufrago, Al monstruo creado descubro con horror: Era mi único dueño y ahora te extraño. ¡Qué amargo el asco que produce el amor!
La hipotermia de tu ausencia, El incendio de tu presencia; Todo contigo, nada sin ti. ¡Qué espanto sentir así! Temblar la abstinencia, Tu maldita prudencia, La intermitencia de morir y vivir; Dormir con fiebre a cuarenta grados, Besar pensando en tus labios, sí ¡Tocarme sin tus manos! Escribirte, Morderme hasta que sangro. Reprimirte, Reducirte a poesía como si sirviera de algo.
Peor que enamorado, Obsesionado, desvelado te descarto Mas tu rostro me acecha y nunca me salvo. Del silencio a la alegría sólo están tus pasos; Del poema a la pornografía, tus labios. Clavando mis uñas a tu voz, aferrado, Evadiendo la muerte hasta estar a tu lado.